sábado, 15 de noviembre de 2008

El amor y la Diztancia

Hoy cuando el brillante sol asoma por mi ventana deslizo esta pluma como se desliza los petanos de las flores, cuando sopla el viento para dirijirme a tí.
Guerido amor solo deceo que estes bien en compañia de tus familia y amigos, te estraño quiero que leas y interpretes mis mayores deceo y sentimientos que seguros no lo creeras pero no son como ningunas de tus relaciones que tú has tenido en tu vida. Guiero volver a verte y tener mi reflejos en tus ojos y comprender si me puedes olvidar, guisiera reposar por unos minutos mi cabeza sobre tús hombros y recordar el pazado por un momento para estar a tú lado ablazarte, arrullarte quedarme con tigo junto a tú cuerpo y el mio para vorber a sentir el sabor de tús besos pedirte que estreches tús brazos para sentir tú ternura y envolverme en el amor como toda una loca y apreciar la inocencia de aquel amor desquisiado que cautivo la pasión y el misterio que no podras hacer que algún dia la diztancia nos despidas despues de largos años; pues solo te dire que por mi mente no aparece el olvido y anelo encontrarte y repertirte estas palabras. Como parte de mi gran amor, deceo de tú perzona, Hoy cuando la razón del vivir hace más elegante el alma de todos aquellas cosas la que la vida nego a tí fisicamente, en solos rasgos de tinta para darte a conocer que cada palabra, frase o letra aqui reflejada lleva conmigo un gran paso de vondad, respeto y amor hacia tú persona, si supieras la nostaljia que siento porque no puedo demostrarte mi deceo y mi amor que yo quisiera tener para tí un amor como es y como uno sueña y decea sin mentira, engaños, deceo verdadero fiel pero tengo que conformarme con mi gran amiga por eso me pregunto que daño le e hecho yo al señor para que me quitara un pedazo de mí corazon, anque dicen los grandes sabios que dios le da a unos lo que les quita a otros y sin enbargo a tí te dio la dicha de ser feliz y a mí solo me dejo la desdicha de no poder tenerte entre mis brazos, solo quiero que no te pongas triste, me cuentes de tí y como te va si tú deceas mi compañia de corazón no tengas pena conmigo porque no puedo tener esperanza de tú persona pero de tú corazón no de veras quiero deceal algo tuyo como te e dicho sin con promizo solo para mí. Cuidado con tú vida y tús cosas ponte un poco dura, te deceo lo mejor en la vida, te espero deveras escribeme por favor es solo para tí mi amor saludo a tús amigos de mi parte que esten bien y se cuiden
te quiero
no te fijes en las fartas sino en el centimiento, amor, chao

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Taxidermia

¿Qué hago con toda esta piel,
dónde la pongo?

Días disecados
tropiezan y caen en una fosa
llena de manos que han perdido el tacto.

Allí dentro se fragua el futuro.
Los taxidermistas locos con bola de cristal empañada
teclean a mi dictado un porvenir implacable,

y solícitos exponen mi cuerpo colgado
como una ternera seca y rendida
ante ejércitos de murciélagos.

Por su lealtad a mi cuello,
me he enamorado de un gancho.

lunes, 27 de octubre de 2008

Purga

Hace unas noches tuve un sueño que parecía que lo hubiese rodado el David Cronenberg. No sé cómo ni por qué, me había nacido una vagina en una uña. La gente, lejos de compadecerme, me miraba con odio. Me decían que me estaba bien empleado, me acusaban de promiscua, de habérmelo buscado. La comunidad ciéntifica tampoco parecía mostrar mayor interés por el hecho, decían que eso no era más que un uñero, otros que una simple metástasis, otros insistían en mi presunta promiscuidad.
Fue el clero el que quiso tomar cartas en el asunto sugiriendo una manicura ablativa purgativa . Entonces desperté.

sábado, 18 de octubre de 2008

En busca del club de las lenguas temerarias

Existe esto
y aquello,
me dicen lenguas cargadas
de razón y municiones.
Haz esto
y lo otro,
e insisten en que participe
y pertenezca a un club
de lenguas repentinas dispuestas
y orgullosas.
¿Dónde fueron aquellas
lenguas temerarias
látigos que derribaban
paredes?

sábado, 11 de octubre de 2008

Queda la música

Y entonces la miré, y tuve la sensación de que durante el viaje de mis ojos hacia los suyos de pronto había cumplido cien años, y me sentí tan cansada, tan vieja, tan triste, que sólo se me ocurrió una sonrisa hipócrita, pero ni siquiera fue hacia fuera, sino tan hacia el fondo, tan oscura y padentro, que me arañó con su colmillo oxidado.

También ella se había vuelto vieja. Qué hacemos aquí, se preguntaba. Por qué no quiero tocarte. Por qué me siento obligada a una conversación. Por qué estoy tan agotada. Pero sobre todo, por qué tengo tanto miedo. A irme. A que te vayas. A no hablar o a que no hables.

Entonces sonó la radio, y la música nos devolvió a nuestra edad. Incluso a un momento anterior. Por fin los dientes reflejaron inocentes la luz de nuestros ojos, hasta algún pie parecía levantarse e insinuar un baile. Algún día moriremos de nosotras mismas. Será con la radio puesta.

viernes, 26 de septiembre de 2008

Romina y Julieta

Oh, qué bella era, qué felices fuimos juntas durante todo ese eterno momento en el que no sabíamos nada la una de la otra.
Por desgracia, cometimos el error de averiguar nuestros nombres. La única manera que encontramos de solucionar aquello fue cambiarlos. Yo, en secreto, me cambié el nombre por el suyo, lo cual fue un error, pues en seguida intuí que ella había adoptado mi antiguo nombre. Así, una vez más decidimos volver a llamarnos de otra manera, pero por designios de la mala fortuna, siempre acabábamos por descubrirlo. Me llamé de mil maneras diferentes, ella tuvo miles de nombres, pero ninguno permaneció jamás en secreto. Así que ella decidió finalmente beber aquella copa de veneno y aquí me tienen besándole los labios.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Caída

La semana pasada sucedió lo de siempre. Por poco me parto el alma tratando de emular un final made in hollywood. Si lo mío es eso del equilibrismo, la huida precipitada, las cuerdas, el engaño, el hurto, la voltereta, el regate, el sálvese quién pueda, el lengüeteo, la corneta, el último tango... ¿A santo de qué vino la eternidad repentina, la estabilidad, la cordura, los juramentos, los lazos sagrados, los cuños de la ley, los violines, la cabeza asentada, los ojos ahogados, el agárrate fuerte a mí maría, el corazón en tinieblas, pasajeros al tren? Otra muesca incoherente en la trayectoria de CatBallou, incomprensible como ella sola, infiel al manual de la buena yo mismita.
No se preocupen, estoy bien, que la altura no era demasiada y no llevaba tacones.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Condescendencias

Carlos comenzó a trabajar aquí hace dos meses. Apenas hablamos. Yo llegaba y decía buenos días, él levantaba la cabeza, murmuraba sus buenos días y sus ojos se clavaban en mis tetas, como esperando encontrarse que una buena mañana hubiesen crecido. A lo largo de la jornada, su mirada se posaba relajadamente en mis pechos unas cuantas veces más, como diciendo efectivamente, están ahí, son tetas, no muy grandes, pero están, y no mal del todo, pues tienen cierta turgencia y una forma agradable como de un bollito de leche... Esa, a grandes rasgos, era mi relación con Carlos, mi compañero de trabajo, yo llevaba las tetas todos los días y él me las miraba.
Todo cambió en la mañana de ayer. Entré, lancé mis buenos días matutinos, pero en lugar de obtener el típico balbuceo por respuesta y la mirada en mis tetas, me encuentro un holaaaaaa y una sonrisa descomunal completamente distinta a la habitual, pero de sobras conocida. ¡Zas! Ya se lo han dicho. Ya me han sacado del armario. Bueno, tarde o temprano siempre ocurre. El caso era que me enfrentaba a aquella sonrisa que yo denomino gay friendly condescendiente, que, créanme, soporto mucho peor que la mirada en las tetas. Lo mejor era tratar de ignoralo como hasta ahora, pero resultaba bastante difícil. Ahora sus ojos buscaban a los míos, y aquella sonrisa horrible de yo te comprendo y me apetece una amiga lesbiana me perseguía a todas partes. Finalmente, supongo que no pudo resistirlo más, y tuvo que hablarme. Figúrense, hablarme.
-Oye -me dijo, con un tono de voz nauseabundamente delicado y amistoso.
-Qué- respondí, preparada para lo peor.
-Que... bueno... quiero que sepas que... Bueno, que puedes contar conmigo para lo que sea, que entiendo tu situación y... bueno, sé que no es fácil, así que cuando quieras hablar...
¿Hablar? ¿O vomitar por encima de ti, estúpido? ¿Qué puedo decirte ahora, pedazo de prepotente perdonavidas?
-Oh, vaya...-contesté yo, afilándome la punta.- Te lo agradezco. Me alegra que me comprendas y me ofrezcas tu ayuda, porque sinceramente, pensé que nunca acabaría con este lote de trabajo. Ya sabes, se fue acumulando... ¿No te importa quedarte hasta tarde y terminarlo por mí?
-¿Eh? No, bueno... -comenzó a responder, sustituyendo su indulgencia por genuína confusión. -Yo lo que quería decir es...
-Te he entendido. Por eso te pido que acabes mi trabajo mientras yo me voy a conducir mi camión.
Carlos, que comenzó a trabajar aquí hace dos meses, se quedó callado y pensativo. Decidió que definitivamente no era su tipo de lesbiana y que sería mucho más cómodo mascullar los buenos días y calibrar el volumen de mis senos cada mañana.
Definitivamente, salir del armario puede ser traumático, no por la gente que me rechace, pues me importan un comino, sino por la cantidad de zoquetes que se me acercan.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Gritos o susurros

-¡Eres una puta bollera fascista!- me dice indignada. -¡Eres peor que... que... eres peor que Leni Riefenstahl!
Joder, pues sí que está indignada. No recuerdo muy bien el motivo de su indignación, pero creo que tiene que ver con el mando a distancia de la tele. Ahora supongo que tengo derecho a réplica.
-Pero si Leni Riefenstahl no era bollera.
-¡Sí que era! -me grita, todavía más fuera de sí.
-Es imposible -digo yo, más que para convencerla a ella, para convencerme a mí misma. El caso es que nunca me habían llamado puta bollera fascista antes. No diré que me guste, pero... quizás más tarde, cuando se le haya pasado el enfado, le pediré que me lo susurre.

viernes, 29 de agosto de 2008

No me lo explico

No lo recuerdo bien, pero creo que fue durante un par de calles. Y todo fue por casualidad, lo juro. Yo no tenía ninguna intención de perseguir a aquella mujer. Acepto que ella iba delante de mí, eso es cierto; cuando yo doblaba la esquina, ella ya lo había hecho primero; cuando yo me paraba a mirar los zapatos de aquel escaparate, ella ya estaba allí mirándolos, con lo que a mí no me quedaba más remedio que mirarla a ella, con esa cintura tan bamboleante, y esas piernas que hasta quietas sugerían envolverme. Sus pasos no se dirigían a otro lugar al que los míos no estuviesen condenados a ir, y ya me dirán ustedes, como si yo no tuviera otra cosa que hacer que ir siguiendo a esa mujer con labios neumáticos. Enigmáticos eran sus labios como digo, y enigmático es también el motivo por el cual la mujer en cuestión pudo pensar que yo la estaba siguiendo, tal vez porque al parecer ya iban veinte minutos, vayan a saber, quizás ya habíamos recorrido la ciudad entera, así que subí en aquel bus, justo en el que ella acababa de montar, y qué le voy a hacer yo si por caprichos del destino casualmente entre la gente mi mano se abrió paso de manera insólita y accidental hacia su trasero. Juro que yo no le di un pellizco. Juro que mis manos no se posaron voluntariamente en sus caderas, que no se deslizaron lentamente hasta su vientre, metiéndose dentro de su blusa y no ascendieron disimuladamente hacia sus pechos que estaban calientes en señal de alarma. Ella podrá pensar que fue todo premeditado, el que la siguiese, el que la bajase del autobús, el que la llevase escaleras arriba hasta mi cama, el que la embadurnase de productos lácteos, que le llenase la oreja de susurrosas prédicas que no podría repetir... Yo, sencillamente, no me explico cómo ha sido.

Confírmame una cosa

Antes de cicatrizarte en la marea o de que un verso inconexo sople tu nombre mucho antes de que un ruido se tuerza espejismo o tu olor déjà vu constante presencia fantasmal encadene mi estigma en tu credo y la ceguera anestesie los ojos del desánimo se actualicen las demoliciones del espacio tiempo métrica gramática abajo se vengan hasta las paradojas y las pamplinas y te olvide mucho antes por si acaso de que nazcas y los hechizos
confírmame si vuelves

jueves, 24 de julio de 2008

Loca

Creo que me he vuelto loca. Estoy definitivamente mal de la cabeza. Lo comprendí en el momento en que me di cuenta de que no era capaz de entrar en este mi blog y escribirlo. Dejaba correr los días preguntándome si realmente había perdido el juicio o no, analizando si acaso debería escribir sobre ello. La respuesta era siempre un no recubierto de espanto, mejor no lo escribas, no vaya a ser... Eso lo aclaró todo. Efectivamente, no puedo escribirlo, ergo lo estoy. Ahora me pregunto qué he de hacer para recuperar la cordura, pues para ser sincera, esto de estar chiflada no me sienta nada bien, yo preferiría ser simplemente excéntrica, ya me comprenden. Quizás hubo un tiempo, siendo joven y bella, en que mis excentricidades encajaban con el curso de mis acompañantes, atrayendo la risa y la chispa de la diferencia. Ahora sólo se pierden en majaderías de una pobre outsider, a la que se le agotaron los recursos y ha terminado por cansar hasta con su bulliciosa lengua.
Por favor no se molesten. Ya casi me estoy yendo.

sábado, 28 de junio de 2008

A solas con mi orgullito.

Pues claro que lo estoy celebrando. LLevo todo el día, de hecho prácticamente no he hecho otra cosa en estos últimos meses. No sé qué podría hacer para celebrarlo más. Mi día del orgullo se ha convertido en un disparate de celebración en modo esquizofrénico. Primero he saltado por encima del deshumidificador, y me he caído, he volcado los sofás, cambiado de sitio las macetas y he encendido la televisión, tres veces. He dejado sonar el teléfono, ha sonado, ha sonado y sonado, tanto que al final ha ardido. La televisión también ha ardido. Me he tumbado en cama, he puesto cera y quitado cera (ahí nadie me gana, nadie), me he despeinado ferozmente, ferocísimamente, felonísimamente, felinísticamente, y así de erizada he revuelto entre los libros y las fotos y las motas de polvo, buscando pequeños restos que quizás se hayan desprendido de mi carne para poder recuperarlos y que nada de mí quede sin celebrar en mi día del orgullito. Con todo, esto también ha ardido. Lo admito, ha ardido todo. Quizás me he esmerado demasiado en la celebración, yo soy así. De todos modos, si ustedes no dicen nada, nadie lo sabrá. Qué ha pasado, preguntará alguna que otra, pero ahí se quedará la cosa. Sólo yo tengo la llave, y creo que me la tragaré. Me la tragaré, y después la cagaré, y que la coja quien la quiera, quien me quiera, a ver quién tiene las narices. Ahí lanza el guante CatBallou, en plena celebración de sus espinas.

sábado, 21 de junio de 2008

LLeno, por favor.

Me gusta el olor de la gasolina. A algunos les gusta cómo huelen las flores, el barniz o incluso el pescado. Otros se mueren por el chocolate, por el alcohol o por las berenjenas. Pues a mí me gusta el olor de la gasolina, si por ello me han de apedrear, pues adelante.
Soy consciente. Ha subido el precio. El pan, la leche, los huevos, las putas, todo es más caro. El amor está caro, la confianza en la humanidad me cuesta también un ojo de la cara, y hasta un riñón la fe en mí misma. Comprenda que es absurdo, pues, dadas las circunstancias, que me compre un bidón homologado, no ha lugar, no confunda mis pretensiones. Ni mucho menos quiero un trapito húmedo, por quién me toma.
Ya se lo he dicho, aquí estoy, no me haga esperar más. LLeno, por favor.

miércoles, 28 de mayo de 2008

Letargo

Y de pronto
me despierto en el mismo lugar
y en el mismo minuto.

Sigue siendo la hora exacta,
intactos los recuerdos.
Repaso una por una las esperanzas,
inmutables también en sabores no sé a qué,
y mis ojos
abiertos, abiertos como peceras irrompibles
llenos de flora marina,
dispuestos a derrochar sus cuencas.

¿Acaso he estado dormida alguna vez?

jueves, 17 de abril de 2008

Introducción

Pues sí, está claro que soy un cúmulo de despropósitos, una niña caprichosa, a ratos intratable, insoportable por mi mal genio. Todo esto no es nada nuevo, es lo que mi madre siempre dice y muchos otros piensan aunque callen. Jamás admito mis errores, nunca doy la razón a nadie, mucho menos si la tienen, y sólo me intereso por aquello que me resulta inconveniente. De momento sólo hay dos cosas de las que no me he cansado, a saber, mi teta derecha, y la lapidación láser (¿se dice depilación? no, definitivamente lo mío es la lapidación). Mis años de estudio sólo me han servido para disimular levemente mi tendencia a revolcarme en la ignorancia y al mismo tiempo para disparar alguna flecha malhiriente a cualquier alma cándida y despistada, para introducirle la lengua hasta la glotis tras dejarla boquiabierta con mis trucos baratos de colegiala, doctora en egolatría, perita en vampirismo, doncella de hielo en el horno.
Esto ha sido la introducción. Si quieres que prosiga con mi vida, a continuación puedo proceder con las mentiras. AHORA ES EL TURNO DE TU LENGUA... y ni una palabra. Quid pro quo, Clarice.

domingo, 6 de abril de 2008

Los pasos de Paola

Paola camina suavemente, sin hacer ruido. Su caminar es tan leve que a veces juraría que sus pies apenas tocan el suelo. Por eso, por lo infrecuente que es cualquier golpe, asusta cuando un paso al frente trastoca lo previsto. Y esta vez sus pasos me sumieron en el pánico.
¿Cómo que te vas?, le pregunto.
Me voy a Madrid, me dice.
Pero bueno, cómo que a Madrid, ¿qué vas a hacer en madrid? No sé, pero me voy, no soporto más este pueblo de mierda. ¿Este pueblo de mierda? No comprendo, ¿no estás bien, aquí conmigo? No es por ti, ya lo sabes, es... por todo, la gente no para de hablar de mí, de nosotras, estoy harta. ¿Qué crees, que en Madrid es diferente? Allí hablarían de nosotras de la misma manera, además yo no puedo ir a Madrid... Es que no quiero que vengas. Ah, ¿es eso? ¿Qué pasa? Madrid es una excusa... No, yo quiero estar contigo, pero no en Madrid... ¿Y eso por qué? No me quieres. Sí que te quiero, pero... No te entiendo... prefiero no entenderte. ¿Qué vas a hacer en Madrid? No te vayas. Te lo estoy pidiendo, no te vayas...

Woody Allen en Manhattan no interpretó esta escena tan bien cómo yo. Y a pesar de todo, Paola se fue, dejándome una sensación de abandono y derrota incomparables. Qué extraño. Tantas veces había pensado que quizás convenía que dejásemos la relación, que no me sentía tan amparada a su lado... y ahora ¿qué justificación tiene este desamparo descomunal? Nunca aprendo. El miedo al sentimiento de culpa jamás debe superar a la impotencia de ser dejada. Mis pasos son atronadores, lo sé. Debe de ser por eso que me cuesta tanto darlos.

domingo, 30 de marzo de 2008

El imparable declive de la ladrona de sujetadores.

Por primera vez en su vida fue consciente de que en algún momento se había equivocado en algo. Por primera vez se había sonrojado, dudaba, se la tragaba la tierra. Seguramente es que se había enamorado de aquella mujer perfecta. Qué estupidez. Cómo era posible haber llegado hasta este extremo. En un primer momento, todo era ilusiones, y carruseles vertiginosos de la sangre por las yemas y las plantas de los pies, pero ahora, allí plantada y llena de vergüenza comenzaba a plantearse la idea de que quizás toda su vida había sido una sucesión incontrolada de equivocaciones.
Esto es para ti, le había dicho, con una sonrisa que jamás había lucido antes, que no sabía que era capaz de desplegar. Cuando la mujer perfecta desenvolvió el regalo, desveló también toda una vida cayendo en picado, una bofetada al corazón de las tinieblas, platos rotos dentro del laberinto del alma enloquecida. Y entonces la mujer perfecta sentenció: Un sujetador... pero este sujetador ya era mío...
Una nueva pasión había colisionado con su incontrolable y viejo arrebato. Estaba claro que algún día sucedería un disparate semejante. Ahora había que seguir viviendo detrás, debajo de él, pero, cómo, para qué.

viernes, 21 de marzo de 2008

Say What You Want

Ayer la sorprendí absorta frente a la televisión, pasmada viendo a Sharleen Spiteri. A duras penas consigo atraer su atención un instante. ¿Quiénes son?, me pregunta. Texas, respondo yo. Paola es la niña de las preguntas. Yo trato de tener una respuesta preparada siempre, es lo que se espera de mí. ¿Son americanos?, me pregunta. No, son de... Escocia, creo. Paola me mira por fin, dudando sobre si le estoy diciendo la verdad. Nunca está muy segura de cuándo le estoy tomando el pelo y cuándo no. Ahora soy yo la que está absorta ante la inocente cara de la Spiteri. ¿Y tú crees que es... vuelve a preguntar ella, ni idea, respondo yo, pero siempre he pensado que su voz no se corresponde con su cara. Me intento preparar para una nueva pregunta, pero esta vez viene de mi propia cabeza. ¿Cuánto tiempo puede durar esto? ¿A cuántas preguntas soy capaz de responder en una sola vida? Antes de que pueda haber una respuesta, o una nueva pregunta, la rodeo con mis brazos y la beso. Sus labios saben a todas las frutas del bosque, y son todas las respuestas, me invitan a buscar soluciones a todas sus incógnitas. El vídeo de Texas acaba con una promesa "You can say what you want but it won't change my mind, I'll feel the same about you". ¿Qué quiere decir?, me pregunta. Que yo la vi primero, respondo yo, permitiéndome tomarle el pelo una vez más. Ella me mira con la media sonrisa de quien duda, yo se la beso una vez más. Yo te vi primero a ti.

lunes, 17 de marzo de 2008

Paola

¿Es verdad lo que dicen?, me pregunta la indagadora, con sonrisa de vendedora de violines. Yo casi la ignoro, a sabiendas de que es absolutamente cierto lo que dicen. Me encojo de hombros yo no sé nada, pero cómo negar lo evidente. ¿El qué?, pregunto simulando con total mediocridad. Venga ya, que estás con Paola... Antiguamente conocida como Pablo, o Ángel, eso dicen. Mi silencio me delata. Es inusual, yo que jamás me las callo, me encuentro disimulando como una gata con sentimiento de culpa por el pobre pez. La uña afilada retoma, es un poco tu hermana pequeña, ¿eh? Con quince años de diferencia...
Logro esquivar dardos en la primera bocacalle antes de que me alcance la inevitable pregunta de anatomía. Qué sé yo de qué me hablan. Qué sé yo del secreto tras la puerta. Por fin, me pongo a salvo, me refugio en Paola, tras su sonrisa inocente de quien se cree a salvo a mi lado. No hay más preguntas con ella. Sólo calor, sólo ahoras. Te cansarás, me dicen las afiladas deshuesadas, pero mientras trato de estar a la altura de su elaborado candor que envuelve mundos que no puedo ni imaginar, no puedo evitar sentirme aterrorizada por que sea Ella la que se canse.

lunes, 25 de febrero de 2008

En qué cabeza cabe...

Siempre haces lo mismo. ¿Qué quieres decir con eso? Pues que todo esto es la misma historia de siempre. Podrás decir que es amor, pero no, y te lo puedo resumir en tres puntos.
1- Tienes una especial atracción por todo lo raro.
2- Una tendencia cíclica a meterte en líos.
3- Una curiosidad insaciable.
1- Define raro.
2- Define lío.
3- Define curiosidad insaciable.
Pues es obvio. Un transexual de 18 años, eso es raro. Le llevas... ¿15 años? No te pases. En cualquier caso, eso es un lío. Y te mueres por conocer el secreto que guarda entre las piernas, eso es curiosidad insaciable. ¿Y cuál es el problema? El problema es que cuando deje de resultarte raro, cuando ya no te parezca un lío y cuando sacies tu curiosidad, perderás el interés, una vez más. No me juzgues tan severamente... No es amor. Es tan adorable. Te cansarás en seguida. Sólo quiero estar con ella. Un transexual lesbiano, ¿en qué cabeza cabe? Te sorprenderías de lo que cabe...

miércoles, 13 de febrero de 2008

CatBallou soy yo.

Se me había olvidado aclarar una cosa. Todos los hechos expuestos en esta obra son radicalmente ciertos. Si en ellos encuentran algún atisbo de ficción, es pura coincidencia. Si piensan que hago literatura, si creen que miento, si todo les parece exagerado, se equivocan. Quizás yo misma sea producto de mi propia imaginación, pero quiero aclarar que nada de lo que escribo lo es. La verdad está aquí dentro.

domingo, 10 de febrero de 2008

Gemela de mí misma

Lucía y Esther son indistinguibles. Visten igual, se peinan igual, ríen igual, hablan de la misma forma, tienen el mismo humor incomprensible y se parecen del mismo modo a una de las Bangles, la que desafinaba, creo. De entre todas las hermanas gemelas, ellas son las más gemelas de todas. Nadie, ni una sola persona, sabría decir cuál de las dos es Lucía y cuál es Esther. Ni yo misma, cuando me las encuentro, soy capaz de acertar con el nombre de cada una. Sin embargo, presumo de ser la única persona que en un momento dado no tengo dudas de quién es quién: y es que en la cama son las amantes más distintas que he encontrado.
Lucía tiene frío. Se arropa bajo mi cuerpo para que la cobije desesperadamente, casi escondiéndose en sí misma, para poco a poco dejar su cuerpo expuesto y libre para que yo estudie, maniobre, empuje... Su silencio se rompe en pequeños jadeos, sus labios dibujan muecas de sorpresa que amaga con sonreir, pero nunca lo hace hasta el final, como dando las gracias con cierto pudor, como desconcertada por mis habilidades.
Esther contraataca. En cuanto me despliego sobre su cuerpo, ella se escurre como una ardilla para en un segundo colocarse sobre mí, con una sonrisa de pantera. Lanzo su boca sobre ella, y es la suya que con sus dientes me encuentra en un mordisco salado. Sus manos combaten con mis senos, sus piernas se me enroscan en la cintura, estoy volando y golpeando con sudores fríos el colchón. De vez en cuando caemos irremediablemente al suelo, y desde allí la sujeto para que esté quieta, pero no hay manera, y es ella la que acaba inmovilizándome a mí, aunque no crean que me rindo... bueno, a veces sí.
A la mañana siguiente, vuelvo a no saber quién es Lucía y quién es Esther. Tampoco sé a cuál de las dos prefiero tener en cama esta noche. Es complicado. Cada noche mis gemelas me ponen en un brete, y no de distinguir con cuál de ellas estoy, sino de averiguar quién exactamente está con ellas en cada caso, cuál de las dos locas soy yo en realidad.

jueves, 24 de enero de 2008

Despeinada

Despéiname. Despéinameee. DESPÉINAME.
DES
PÉI
NA ME
D E S PÉI N A M E.
D E S P É I N A M E.
E
S
P
É
DESPÉINAME
I
N
A
M
E

Despéiname tanto que no pueda recomponer mi alma nunca más.
Tanto que mis ideas se hayan vuelto locas.
Tanto que hasta tus manos se olviden de hacer nada más que despeinarme.
Tanto que no nos encontremos bajo el desorden.
Tanto que hasta tú misma estés despeinada.
Tanto que hasta los peines huyan para no volver.
Y que los espejos se rompan en mil pedazos despeinados.
Y que al ponernos de nuevo las bragas, éstas ya no nos sirvan.

martes, 22 de enero de 2008

El Blog Vampiro

Idea para un cuento o novela policiaca: corre la leyenda urbana (o más bien ciberespacial) de que existe un blog vampiro. Todo aquel incauto que accidentalmente llega a él y comienza a leer sus palabras muere desangrado y envuelto en la más absoluta tristeza. Mi misión consiste en dar con dicho blog como una Van Helsin del siglo XXI y destruirlo. Tras saltar de web en web, de blog en blog, superando terribles peligros y sorteando todo tipo de amenazas disparatadas, llego a la conclusión de que ese blog no existe; es sólo una leyenda. Sin embargo, una serie de muertes en mi entorno de conocidos que encajan con la descripción de un ataque del blog vampiro, me hace retomar la investigación con más ansia. (En estos momentos puedo introducir una historia de amor. Mi amante morirá con marcas de mordiscos en el pecho y en el cuello, una trágica muerte de la que nunca llegaré a recuperarme, y que me provocará un deseo incontrolable de venganza). La historia concluirá en un final abierto en el que yo, consumida por la tristeza y una extraña enfermedad, me rindo a la evidencia de que jamás encontraré el blog vampiro. Sin embargo, se da a sugerir que vislumbro la sospecha (aunque jamás lo admitiré) de que el blog vampiro no es otro que el mío, y en un inexplicable ataque de frustración e impotencia me lanzo con mi ordenador al mar para no volver.
Ahora que lo escriba alguien, (por dios a mí no me miren).

martes, 8 de enero de 2008

La primera noche del año

Querido diario:
Esta es mi primera promesa para este año nuevo: no vuelvo a beber. No vuelvo a beber TANTO. Vale, era la noche de fin de año, no tendrá tanta importancia, pero lo ocurrido no tiene perdón, y la ocasión que he desperdiciado es francamente lamentable.
Ya había bebido bastante cuando la discoteca cobró una iluminación escandalosa con su entrada. Una mujer vestida de hombre, qué tiene de especial... Mucho. No podría haber pasado desapercibida para nadie. Su traje y su corbata no eran muy diferentes de todas las de los chicos, pero en ella se destacaban con un estilo mucho más pertinente, marcando un nuevo matiz a la hora de llevar traje y corbata. Un sombrero ocultaba su corto pelo negro, pero no escondía los relámpagos de su sonrisa. Sus pasos firmes y seguros resaltaban sus estupendos pechos bajo su camisa. La elegancia había entrado en el local con el año nuevo.
Pensé que sólo me acercaba a ella con mis ojos, pero por lo visto también lo había hecho con los pies. Cosas de mis pies impetuosos e incontrolables... También mi lengua había decidido hablar, mis manos matizarla, mi sonrisa y mi escote destacarse, ella invitarme a una copa, y yo a ella, y ella a mí. No estoy segura de mucho más, pero supongo que cuando me sacó a bailar debimos de ser durante un buen rato la atracción del local. Poco recuerdo, y en todo caso los pequeños detalles que puedo contar están envueltos en una espesa neblina etílica. Aquel baile fue feroz, casi doloroso. Mi cuerpo se revolvía entre sus manos, su cintura golpeaba como un látigo en mis breves caderas, sus brazos inclinaban mi cuerpo hasta encontrar su rostro a escasos centímetros del mío, hasta que ella era la mismísima Rhett Butler y yo no otra que Scarlett O'Jalá me beses ya, culebra. Fue cuando cerré los ojos que todo comenzó a dar vueltas y todo el universo fue a parar a mis labios. Al abrir los ojos me encontré ahogada en un beso eterno, enchufada a unos labios que me estaban salvando la vida. Alguna clase de líquido suave, regenerador y congelado salía de aquella boca para deslizarse por mi garganta, colmándome de una vida desconocida, nueva, venenosa, indispensable como la lluvia. No había ya ningún otro estímulo externo, ni música, ni gente, ni luz, ni borrachera. Sólo un fuego en mis labios y el manantial centrifugando mi esófago, inundando mi sangre como una catarata histérica, limpiándome de mí misma.
Como en plena sobredosis, mis pies dejaron de contactar con el suelo. Lo sentí claramente. Las dos nos elevábamos, subíamos dos, tres, cuatro metros por encima de las cabezas de la gente que había desaparecido. Y en el aire fuimos un tornado, una peonza asesina fundida en todos los colores, girando alocadamente. Fue mi cuello el que se ofreció a sus dientes, lo sé. Grité, porque no tuve más remedio, pero lo vivía, lo gozaba, y tuve la sensación de que sus dientes jamás habían estado en ningún otro lugar. Fue mi sangre la que esta vez saltó como una gacela en busca de su lengua, borboteando hacia sus ganglios, tratando de enmarañar nuestros líquidos hasta lograr una perfecta telaraña de tendones y carnes anárquicas indistinguibles...
Después volví en mí, sentada, confundida en medio de un montón de gente desconocida y desagradable. Por más que busqué no volví a verla. Busqué desesperada y tambaleante entre todas las corbatas, pero sólo encontré lenguas de sapo y piel de lagarto. Acabé vomitando toda mi confusión y proclamando mi delirio a las cuatro estaciones. Quién más la ha visto, gritaba, dónde está, aullaba, vuelve, tronaba. Abriéndome paso a puñetazos, arrancando corbatas de cuajo, ofreciendo mi sangre a un colmillo furtivo, finalmente caí con toda mi ebriedad de desesperación al más duro y solitario de los suelos para que la compasión de alguna conocida me rescatase de un percance más serio.
Desde mi cama convaleciente prometo no volver a beber. Nada de esto debería haber ocurrido. No es nada agradable estar con este dolor de cabeza, con esta sensación de pérdida en las entrañas, con esta resaca de humedades inescrutables, con este nudo de corbata ahogando mi memoria, con este anhelo de hendir colmillo en blanco cuello.