lunes, 17 de marzo de 2008

Paola

¿Es verdad lo que dicen?, me pregunta la indagadora, con sonrisa de vendedora de violines. Yo casi la ignoro, a sabiendas de que es absolutamente cierto lo que dicen. Me encojo de hombros yo no sé nada, pero cómo negar lo evidente. ¿El qué?, pregunto simulando con total mediocridad. Venga ya, que estás con Paola... Antiguamente conocida como Pablo, o Ángel, eso dicen. Mi silencio me delata. Es inusual, yo que jamás me las callo, me encuentro disimulando como una gata con sentimiento de culpa por el pobre pez. La uña afilada retoma, es un poco tu hermana pequeña, ¿eh? Con quince años de diferencia...
Logro esquivar dardos en la primera bocacalle antes de que me alcance la inevitable pregunta de anatomía. Qué sé yo de qué me hablan. Qué sé yo del secreto tras la puerta. Por fin, me pongo a salvo, me refugio en Paola, tras su sonrisa inocente de quien se cree a salvo a mi lado. No hay más preguntas con ella. Sólo calor, sólo ahoras. Te cansarás, me dicen las afiladas deshuesadas, pero mientras trato de estar a la altura de su elaborado candor que envuelve mundos que no puedo ni imaginar, no puedo evitar sentirme aterrorizada por que sea Ella la que se canse.

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