miércoles, 26 de diciembre de 2007

El fracaso

"Quién puede matar a un niño" es una película de 1976 dirigida por Narciso Ibáñez Serrador que trata de una pareja de turistas que llega a una isla que está habitada por niños asesinos. Da miedito. Se hizo antes de que el pesado de Stephen King escribiera "Los Chicos del Maíz". Y este blog no tiene nada que ver con esa película. Pero es que he estado curioseando de qué manera llega la gente a este blog, y la mayoría lo hacen buscando la sinopsis de esa película. Lo siento. Otro elevado porcentaje acaba en este blog buscando las palabras "tetas de Natalia". Quiero pensar que buscan a Natalia Verbeke, pero me temo que tampoco encontrarán gran cosa. El resto de las visitas se reparten entre pijamas japoneses, vainilla y Esther Williams.
Este blog es un fracaso. Yo quería atraer a una mujer sensible, inteligente, con sentido del humor, lesbiana insaciable (o como se dice en neolengua "lesbinsaciable") y con la insensatez suficiente como para enamorarse de mí nada más leer todo esto. En cambio, mis visitas están compuestas por frikis cinéfilos (en busca de Chicho, Jane Fonda y Esther Williams), frikis salidos (en busca de las tetas de la Verbeke), frikis japoneses (en busca de pijamas) y comedores de helados (en busca de la vainilla de la de comer). Por favor, si me equivoco y alguna de vosotras forma parte del público potencial al que este blog esté dirigido, que me mande un beso. Será un consuelo.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Doblaje

Debí haber dicho otra cosa, cualquier otra cosa. Sin embargo, dije lo que dije, así que lo único que podemos hacer ahora es tratar de olvidarlo. De hecho, yo ya no me acuerdo.
La próxima vez que diga lo que digo, no me lo tengas tan en cuenta. Habré dicho lo que no debo, sí, tal vez mis palabras salgan atropelladas, venenosas, carentes de prudencia, con ganas de réplica para multiplicarse, con hambre de batalla después de medianoche. Si tú las acojes, entonces la habitación se ahogará en una algarabía absurda en busca de lágrimas. Ya lo sabes. Dale a Delete. O golpea en silencio cada una de mis palabras equivocadas y cámbialas por las correctas. El movimiento de mis labios no se corresponderá con las palabras que oyes, pero el doblaje valdrá la pena. Para disimularlo, ya sabes, bésame. Quiéreme.

martes, 18 de diciembre de 2007

Sed

Vaya, no tengo coartada.
Está bien, he sido yo.
No lo volveré a hacer.
He dejado a la víctima en su sitio, acuosa y desarreglada, y entonces he salido relamiéndome los morros, disimulando a duras penas mi sed impúdica e incotrolable.
Mis disculpas. Iré a agazaparme y acechar desde otro sitio.

Mis ojos brillan en la oscuridad camuflándose entre las estrellas inofensivas. Se eriza la noche sobre mi piel. No tengas miedo. Acércate. Sólo son mis dientes. Y mi lengua afilada. Acércate.

domingo, 16 de diciembre de 2007

Tallas

Apenas la conocía, pero de alguna manera me encontré a mí misma decidiendo en la tienda que le iba a regalar aquel fantástico pijama japonés de color azul por su cumpleaños. ¿Talla? Grande, para qué andarse con pequeñeces. Hice que me lo envolvieran en un papel de regalo de tan buen gusto que me dieron ganas de envolverme a mí misma y regalarme dentro del pijama.
Mi regalo fue una auténtica sorpresa. Gracias gracias, oh, de nada, de nada. ¿Será tu talla? Sí, seguro; si no, lo puedes cambiar, ¿eh?
Después de algunos días insistí en mi preocupación por las tallas. ¿Te has probado el pijama? ¿Te va bien? ¿Te sientes una auténtica japonesa?
Ante tanta insistencia, mi amiga se sincera. Me va perfecto. Sólo me queda pequeño cuando se me erizan los pezones.
Demonios. Me compro el mismo pijama para mí, talla mediana. Me lo hago envolver en papel de regalo, me lo pongo por la noche, me queda perfecto. Hago mis esfuerzos por imitar lo que ocurre dentro de aquel pijama que he regalado, pero no lo consigo. Frotando mi imaginación contra la almohada, como mucho obtengo cierta rigidez, pero al final, lo único que acabo logrando es mojarlo todo. Y ya es así siempre, nada más ponerme mi pijama japonés. Esperemos que con la humedad no encoja. Bueno... esperemos que sí...

sábado, 8 de diciembre de 2007

Y vuelta

Me fui con ella a la cama y unos centímetros un poco más adentro porque con su breve melena pelirroja se me parecía a Eleanor Parker, aunque con cierta zorrería en la mirada que la hacía irresistible.
Al regreso de las profundidades del colchón, decidí dejarla cuando me dijo que no sabía quién era Eleanor Parker.
Y éste es, en líneas generales, el paradigma de mis devaneos.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Palabras

En general, sus palabras no solían significar nada, pero las definían bastante bien. Cuando ya no podían más, cuando el sudor y demás líquidos se mezclaban atascando los músculos del cuerpo, se apoderaba de ellas el delirio y una gastaba el poco aire diciendo:
-Helado de chocolate en mi lengua tus pestañas sirope de gemidos.
La otra, creyendo que comprendía, contestaba inexplicablemente:
-Salada coreografía y contraplano marino de las algas en tus muslos.
Se dormían, agotadas, satisfechas tras tan absurdas aunque honestas declaraciones. Después despertaban llenas de coherencia con la que engañarse mutuamente.

martes, 4 de diciembre de 2007

El paradero de los textos perdidos.

Lo sé, lo sé, no soy puntual, soy incongruente y además he perdido material. Falta al menos un texto, o dos, un poema, no estoy segura. Pero es que he conocido a Sofía, ustedes comprenderán... Sofía no es que diga mucho, pero el tono de su piel da para muchas reflexiones e interpretaciones, y es ahí donde me he perdido últimamente.
Que no es excusa, lo sé. Al menos no como para decir que no he tenido tiempo, o es que me he distraído. Si faltan capítulos en este novelón por entregas es por otros motivos más peculiares que procederé a explicar.
Pues bien, les estaba hablando de Sofía, de piel suave y nutritiva. De alguna manera que seguro que ella no se explica, logró acceder durante la confusión de extremidades a ese dispositivo que se activa cada vez que tengo que escribir. Extrañas las ansias de derrochar que se hicieron conmigo en ese instante, una nunca sabe por qué ni por dónde sale un aliento semejante. En definitiva, gran parte del vacío que tienen ante sus ojos se completa en la espalda de Sofía, pues de mis uñas partieron todas esas palabras que tuve que esparcir irremediablemente. Cuando completé su torso, pasé página y finalicé mi obra sobre sus pechos. La calidad de mi escrito, en total consonancia con lo afilado de mi uña, como siempre.
En resumen, todo lo que aquí falta, estará escrito sobre la piel de alguien. O visto de otro modo, cada palabra que aquí lean es una caricia, es un arañazo que no he dado. Que trato de dar.