domingo, 6 de abril de 2008

Los pasos de Paola

Paola camina suavemente, sin hacer ruido. Su caminar es tan leve que a veces juraría que sus pies apenas tocan el suelo. Por eso, por lo infrecuente que es cualquier golpe, asusta cuando un paso al frente trastoca lo previsto. Y esta vez sus pasos me sumieron en el pánico.
¿Cómo que te vas?, le pregunto.
Me voy a Madrid, me dice.
Pero bueno, cómo que a Madrid, ¿qué vas a hacer en madrid? No sé, pero me voy, no soporto más este pueblo de mierda. ¿Este pueblo de mierda? No comprendo, ¿no estás bien, aquí conmigo? No es por ti, ya lo sabes, es... por todo, la gente no para de hablar de mí, de nosotras, estoy harta. ¿Qué crees, que en Madrid es diferente? Allí hablarían de nosotras de la misma manera, además yo no puedo ir a Madrid... Es que no quiero que vengas. Ah, ¿es eso? ¿Qué pasa? Madrid es una excusa... No, yo quiero estar contigo, pero no en Madrid... ¿Y eso por qué? No me quieres. Sí que te quiero, pero... No te entiendo... prefiero no entenderte. ¿Qué vas a hacer en Madrid? No te vayas. Te lo estoy pidiendo, no te vayas...

Woody Allen en Manhattan no interpretó esta escena tan bien cómo yo. Y a pesar de todo, Paola se fue, dejándome una sensación de abandono y derrota incomparables. Qué extraño. Tantas veces había pensado que quizás convenía que dejásemos la relación, que no me sentía tan amparada a su lado... y ahora ¿qué justificación tiene este desamparo descomunal? Nunca aprendo. El miedo al sentimiento de culpa jamás debe superar a la impotencia de ser dejada. Mis pasos son atronadores, lo sé. Debe de ser por eso que me cuesta tanto darlos.

No hay comentarios: