sábado, 11 de octubre de 2008

Queda la música

Y entonces la miré, y tuve la sensación de que durante el viaje de mis ojos hacia los suyos de pronto había cumplido cien años, y me sentí tan cansada, tan vieja, tan triste, que sólo se me ocurrió una sonrisa hipócrita, pero ni siquiera fue hacia fuera, sino tan hacia el fondo, tan oscura y padentro, que me arañó con su colmillo oxidado.

También ella se había vuelto vieja. Qué hacemos aquí, se preguntaba. Por qué no quiero tocarte. Por qué me siento obligada a una conversación. Por qué estoy tan agotada. Pero sobre todo, por qué tengo tanto miedo. A irme. A que te vayas. A no hablar o a que no hables.

Entonces sonó la radio, y la música nos devolvió a nuestra edad. Incluso a un momento anterior. Por fin los dientes reflejaron inocentes la luz de nuestros ojos, hasta algún pie parecía levantarse e insinuar un baile. Algún día moriremos de nosotras mismas. Será con la radio puesta.

No hay comentarios: