domingo, 16 de diciembre de 2007

Tallas

Apenas la conocía, pero de alguna manera me encontré a mí misma decidiendo en la tienda que le iba a regalar aquel fantástico pijama japonés de color azul por su cumpleaños. ¿Talla? Grande, para qué andarse con pequeñeces. Hice que me lo envolvieran en un papel de regalo de tan buen gusto que me dieron ganas de envolverme a mí misma y regalarme dentro del pijama.
Mi regalo fue una auténtica sorpresa. Gracias gracias, oh, de nada, de nada. ¿Será tu talla? Sí, seguro; si no, lo puedes cambiar, ¿eh?
Después de algunos días insistí en mi preocupación por las tallas. ¿Te has probado el pijama? ¿Te va bien? ¿Te sientes una auténtica japonesa?
Ante tanta insistencia, mi amiga se sincera. Me va perfecto. Sólo me queda pequeño cuando se me erizan los pezones.
Demonios. Me compro el mismo pijama para mí, talla mediana. Me lo hago envolver en papel de regalo, me lo pongo por la noche, me queda perfecto. Hago mis esfuerzos por imitar lo que ocurre dentro de aquel pijama que he regalado, pero no lo consigo. Frotando mi imaginación contra la almohada, como mucho obtengo cierta rigidez, pero al final, lo único que acabo logrando es mojarlo todo. Y ya es así siempre, nada más ponerme mi pijama japonés. Esperemos que con la humedad no encoja. Bueno... esperemos que sí...

2 comentarios:

Koke dijo...

Pues yo pensaba que todo lo japonés era siempre pequeñito...

Cat Ballou dijo...

Y yo... Es después cuando vienen las sorpresas, cuando te pillan a contrapié, despeinada, jadeante, teniendo que nadar más de lo pensado para alcanzar la orilla.