martes, 4 de diciembre de 2007

El paradero de los textos perdidos.

Lo sé, lo sé, no soy puntual, soy incongruente y además he perdido material. Falta al menos un texto, o dos, un poema, no estoy segura. Pero es que he conocido a Sofía, ustedes comprenderán... Sofía no es que diga mucho, pero el tono de su piel da para muchas reflexiones e interpretaciones, y es ahí donde me he perdido últimamente.
Que no es excusa, lo sé. Al menos no como para decir que no he tenido tiempo, o es que me he distraído. Si faltan capítulos en este novelón por entregas es por otros motivos más peculiares que procederé a explicar.
Pues bien, les estaba hablando de Sofía, de piel suave y nutritiva. De alguna manera que seguro que ella no se explica, logró acceder durante la confusión de extremidades a ese dispositivo que se activa cada vez que tengo que escribir. Extrañas las ansias de derrochar que se hicieron conmigo en ese instante, una nunca sabe por qué ni por dónde sale un aliento semejante. En definitiva, gran parte del vacío que tienen ante sus ojos se completa en la espalda de Sofía, pues de mis uñas partieron todas esas palabras que tuve que esparcir irremediablemente. Cuando completé su torso, pasé página y finalicé mi obra sobre sus pechos. La calidad de mi escrito, en total consonancia con lo afilado de mi uña, como siempre.
En resumen, todo lo que aquí falta, estará escrito sobre la piel de alguien. O visto de otro modo, cada palabra que aquí lean es una caricia, es un arañazo que no he dado. Que trato de dar.

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