sábado, 8 de septiembre de 2007

Captura

Natalia se acercó y su tímida sonrisa me confesó lo que había sucedido mucho antes de que lo hiciesen sus palabras. Se había acostado con Juanjo. Ella me lo contaba con una mezcla de vergüenza, regocijo ingenuo y confesión íntima, como si pensase que a mí me agradaría conocer hasta el más pequeño detalle de su aventurita. Mi estupidez estaba a la altura de la suya al prestar oídos a aquella tortura. Mi fracaso ya no sólo consistía en que había consentido que ellos dos se acostasen, sino en que además Natalia no se daba cuenta de cuánto daño me hacía todo eso. La teoría de Silvia, que me había parecido tan absurda y disparatada, ahora recobraba un sentido atroz; era cierto, me acostaba con Juanjo para evitar que éste se acostase con Natalia, que era con quien quería acostarme yo. Era evidente que Juanjo se quedaba tan embobado como yo cada vez que aparecía Natalia, y tanto sus ojos como los míos se quedaban paralizados a la altura de sus tetas... Posiblemente Juanjo también se percató de mi atracción por Natalia, y su plan fue el mismo que el mío. El muy cerdo. Me había tenido ocupada, pasándose mis tetas de mano en mano, frotando su miembro contra mis nalgas, despistándome con sus atenciones de alcoba, haciéndome creer que era yo quien lo despistaba a él, para finalmente ganarme por la mano. Ahora, mientras Natalia me contaba los pormenores de lo que suponía me derrota, mi imaginación substituía a Juanjo y me ponía a mí en su lugar, abarcando con mis brazos la generosa cintura de Natalia, bañando sus pechos abundantes con mi lengua, mordiendo sus mordiscos, humedeciendo sus besos, ahogando sus gemidos... Basta. Basta, Natalia. Esto me sobrepasa. Hasta ahora sólo había supuesto una mera atracción sexual, pero todo esto me dolía hasta donde nunca hubiese imaginado. Me hacía daño en los huesos, en ciertos vacíos estomacales que hasta ahora no había localizado en el mapa de mi cuerpo. Cuando vi aparecer a Juanjo, salí huyendo, sintiéndome víctima de una traición a la que yo misma había aportado mi desinteresada colaboración.
En mi espantada, tropecé con Silvia, y aprovechando este encontronazo, me la llevé a casa, le quité la ropa de un soplido, la arrinconé contra la pared, apreté mis tetas contra las suyas, clavé mis uñas en sus nalgas, bebí en su cuello cual Nosferatu, y una vez arrojada en la cama, conquisté todo aquel territorio de piel blanca y suave, quizás para compensar otro que había perdido... Fue en un segundo fatídico, cuando mi lengua depredadora dio caza a la suya, cuando me di cuenta de una cosa. Su lengua, presa indefensa de la mía, me lo hizo saber. Silvia se sabía victoriosa. En su lengua había posos de algo que yo sospechaba, había restos de una piel que había estado demasiado presente en mis sueños. Así lo supe. Silvia había estado acostándose con Natalia para evitar que yo me acostase con ella, y así llegar al punto donde ahora estábamos. Y en cuestión de un lengüetazo, fue mi lengua la presa y la suya la carnívora.

No hay comentarios: