jueves, 25 de octubre de 2007

Ciencia

Al principio yo no comprendía por qué mi amiga tenía aquellos ojos tan inmersos en agua salada y tan predispuestos a ostentar su subyugante lagrimeo. Tanta inclinación al llanto me pareció digna de estudio, y en poco tiempo aprecié que no casualmente su coño estaba seco como una piedra del desierto. Para comprobar si en verdad ambos hechos estaban relacionados, mi lengua se ocupó de voltear la situación. Tras una semana de concienzudas lengüetadas, pude verificar que efectivamente el excesivo líquido acumulado en los globos oculares había comenzado a revertir y a fluir casi de modo torrencial por su isósceles.
Así, di la investigación por concluída. Cuando semanas más tarde pude ver otra vez a mi amiga llorándolo todo con sus ojos, se me ocurrió pensar, por algún motivo desconocido y acientífico, que tal vez yo no lloro lo suficiente. Seguro que es porque ahora cierro mis ojos mientras mi amiga, también de manera bastante acientífica aunque diligente, desplaza toda su acumulación de fluido hacia su sinhueso, y desde mi valquiria fuente nos bebemos mutuamente hasta quedarnos ambas secas de lágrimas para el resto de nuestras vidas.

5 comentarios:

servidora dijo...

Es una teoría. Conozco a quien está convencido de lo contrario ;-)

Cat Ballou dijo...

¿Sí? ¿Y lo puede probar científicamente?

servidora dijo...

Empíricamente ;-)

Koke dijo...

¿Heurísticamente?

Cat Ballou dijo...

Seguro que hedonísticamente, pero no desarrollemos más el tema.