sábado, 13 de octubre de 2007

Vainilla

- Pero, ¿por qué? -pregunté desesperadamente con ojos en mis lágrimas.
- Ya lo sabes. Porque eres de vainilla -respondío ella con firmeza, sin atisbo de piedad.
- Pero si nos llevamos muy bien, hemos conectado muy profundamente, no lo comprendo.
- Pues tienes que comprenderlo. Es lo mejor para ti. Para las dos.

A esas alturas mi desamparo no tenía freno, y estaba ya dispuesta a todo. Ahí va todo el orgullo por la ventana.
- Puedo ser lo que quieras. Haré lo que sea. No seré vainilla nunca más si no lo deseas. Lo que quieras, seré lo que quieras. De verdad.

Ella se tomó su tiempo, como si se lo estuviese pensando. Finalmente reaccionó, y lo hizo con un tono un poco más compasivo que antes, lo cual no hizo más que añadirle un gramo más de terror al dilema.
- No puedes. Si eres vainilla, siempre serás vainilla. Yo sólo puedo estar con una estrella de mar. Tú eres una sirena, y eres todo un lujo, pero no encajas con mis aspiraciones de amazona, no puedes complementarme. Tus lágrimas claramente indican que sólo habrá más lágrimas. No le des más vueltas.

Entonces, batió su fusta, y sin más, la amazona se alejó de mí para siempre, al galope.

No hay comentarios: