martes, 5 de junio de 2007

Quién puede...

Ayer vino mi tía con su hijo, mi primo Miguel. Qué rico. Once años de inocencia, inquietud y cúmulo de preguntas.
-¿Es verdad que te gustan las chicas? -me dice a voz en grito, poniendo a su madre del color de la sangría.
-¡Miguel! -le grita su madre, medio engullida por la tierra. Bien por Miguel, las cosas claras. Hoy no soy yo la delatada, sino mi tía.
-¿Eres una chica-chico? -insiste mi primito.
-¡Miguel, calla ya! -exclama mi tía, al borde de la muerte por vergüenza cardiovascular. Yo sonrío a todo el mundo, fingiendo que oculto cierto escándalo, pero pasándolo en grande en realidad. ¿Alguna pregunta más? Prepárense.
-¿Te vas a cambiar de sexo?
Mi primo es desalojado, amordazado y azotado. Se zanja el asunto. Mi tía es ahora una sudorosa mujer que no sabe cómo disculparse. Ya. Niños. Qué ocurrencias. De dónde sacarán esas cosas.

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