lunes, 21 de mayo de 2007

Ligarse a una azafata

Nunca he conseguido ligarme a una azafata. Al menos nunca en un avión. Y mira que lo intento. Las veo pasar, guapísimas con sus maquillajes perfectos, sus sonrisas amables, lo bien que huelen... Yo también destapo la esencia de mis encantos, les sonrío, las miro coquetamente, les lanzo cualquier indirecta. Pero nada, es imposible. Un día pensé que lo había conseguido, cuando una azafata me lanzó el café por encima de la blusa. Me pareció que lo había hecho con toda la intención, y mientras me pedía mil perdones, me acompañó a los lavabos. Allí con una toallita húmeda trató de limpiarme las manchas del café que yo ya había intencionadamente dejado llegar hasta mis vaqueros. Mientras ella se dedicaba a frotar mi ropa con la toallita, inclinada sobre mí, dejándome ver su escote, le puse inocentemente una mano en la cintura. ¿Qué clase de perfume llevan las azafatas? ¿Qué clase de sonrisa desarmante usan? ¿Qué magia es ésa que les permite hipnotizar con ese uniforme fascinante?
-Bueno, ya está -dijo de pronto.
-¿Qué? -pregunté yo, como regresando de un hechizo y retirando mi mano de su cintura.
-Ahora espere a que seque. Lo siento mucho.
-No te preoucpes -repliqué, guiñando torpemente un ojo. -¿Cuándo me echas el azúcar?
Como indirecta, he de admitirlo, no es que fuera especialmente brillante. Ni sutil. Ni nada. Vamos, que ni se enteró. Admito que soy bastante torpe en una situación así. Pero para torpe, ella, que ni siquiera me había tirado el café a propósito.

2 comentarios:

Miguel dijo...

Hey hey hey, nada de torpe, es muy buena salida lo del azucar, gracias por la idea.

Suerte para la próxima vez :)

Cat Ballou dijo...

Bueno, lo que no me ha funcionado a mí puede que te funcione a ti. Ánimo